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PRÓLOGO: El viajero Extraviado |
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PRÓLOGO: El viajero Extraviado
Las nubes oscuras nubes avanzaban lentamente, eran de un color rojizo y no eran muy propias de esa época del año, demasiado rojas para ser simples nubes de polvo. Esto era un indicio claro de un peligro inminente. Los pájaros no ajenos a las nubes tóxicas, se refugiaban en las oquedades de los árboles aun humeantes y ennegrecidos por un incendio reciente.
El paisaje había cambiado en pocas horas: donde antes se hallaba una humilde villa, no quedaban nada más que los cimientos de las chozas de adobe. La desafortunada villa conocida como Celácres, debido a una serie de fatídicas circunstancias había sido el destino de un viajero extraviado.
El joven se hallaba inconsciente en el suelo, sus cabellos rojos como la sangre se fundían con el fango del terreno. Iba vestido con una armadura de color negro ajustada y liviana, con algunas piezas de cuero y decoradas con materiales de color rojo y plata. Parecía estar hecha de un metal flexible pero resistente a la vez.
Tenía el rostro pálido y manchado de sangre todavía sin coagular, cualquiera diría que se hallaba herido de muerte, pues apenas respiraba ni se movía. Hasta que una gota de lluvia cayó sobre una de sus mejillas.
El muchacho comenzó a abrir los párpados lentamente y se quedó durante unos instantes observando las nubes pasar.
En ese momento, un rayo de sol penetró entre las nubes, deslumbrándole. Cuando alzó el brazo para protegerse del sol, se percató de que su indumentaria estaba manchada de sangre. Se asustó, e intento reincorporarse pero sólo pudo permanecer sentado.
Más tranquilo al no sentir dolor alguno, comenzó a observar el entorno: un paraje, triste y desolador. Se puso finalmente en pie y observó su armadura, tratando de averiguar que era, pues le era totalmente desconocida. Acarició el material de tacto suave y dio unos suaves golpes con los nudillos notando que hacía un ruido vibrante y armonioso, parecido al sonido del mar.
No sabía donde estaba ni a donde debía ir, empezó a caminar lentamente, hasta encontrarse con una tinaja resquebrajada que albergaba un pequeño recipiente.
Se agachó para recogerlo y prosiguió su marcha, esquivando los escombros dispersos en el terreno. Siguió caminando y vio un pequeño resplandor en el suelo, eran tres monedas. Estuvo observándolas un momento, reconocía el tipo de moneda, eran trescientos Aones….
-Trescientos Aones….- murmuró con una voz apagada
Agarró con fuerza las monedas y se quedó pensando, con el entrecejo fruncido. Avanzó de nuevo cada vez más impaciente hasta que llegó a un charco y se detuvo en seco, no podía creer lo que estaba viendo: el rostro que veía en el reflejo del agua le era totalmente desconocido. Con la boca y los ojos muy abiertos dejó caer sus pertenencias paralizado. Volvió en si, se agachó repentinamente para observarse mejor y esta vez habló con firmeza.
-¡¿Qué es lo que me ha pasado!, por qué demonios no me acuerdo de nada?!- se preguntó desesperado y agarrándose la cabeza-¡¿Qué hago yo aquí?! – diciendo esto último pegando un golpe a su reflejo en el agua- ¡¿Quién soy yo?!.- dijo ahogando un grito desesperado.
Mirando a todos los lados y ya más tranquilo comenzó a beber del agua del charco para saciar su sed. Después se lavó la cara y al reincorporarse, se percató de que un olor a muerte apestaba el lugar. Con una mueca de disgusto se tapo la nariz y la boca.
Recogió sus escasas pertenencias, guardando las monedas en una de sus botas primero y despúes sostuvo entre sus manos el pequeño frasco de cristal leyendo la etiqueta que decía así.
-Poción curativa: Tomar en caso de debilidad-
Un chillido animal le sacó de su ensimismamiento. Un grupo de murciélagos de considerables dimensiones comenzaron a atacarlo. El joven corrió para evitar la agresión, pero dada la insistencia de aquellas criaturas no tuvo más remedio que defenderse a golpes hasta derribarlas.
A los pocos metros pudo ver tres cadáveres: eran una joven madre y sus dos hijos pequeños, que yacían abrazados y llenos de ceniza, el muchacho no pudo evitar derramar unas lágrimas.
Se aseguró que realmente se encontraban muertos y decidió darles sepultura para que no fuesen cruelmente devorados por las bestias. Sin pensárselo dos veces, arrancó un par de ramas secas de un árbol cercano, recogió del suelo un trozo de cuerda y anudó los pedazos de madera, construyendo así una rudimentaria herramienta con la cual y con gran esfuerzo, fue cavando un hoyo donde dejar los cuerpos. Los depositó todos juntos, los enterró y final mente colocó sobre en el montículo tres cantos blancos.
Cuando terminó todo, se sentó y se puso a mirar el horizonte, mientras pensaba si este habría sido su primer enterramiento, pues lo había hecho sin pensárselo mucho, como si ya lo hubiese hecho en más de una ocasión.
Continuó caminando hasta encontrarse frente a otro grupo de fallecidos, en ese momento sí pensó lo que debía de hacer, porque sólo él se encontraba allí, nadie más podría hacer algo por aquellas personas, y puesto que no sabía que otra cosa hacer, y que esas personas podrían haber sido camaradas suyos, se dispuso a darles un humilde enterramiento, pero en esa ocasión sintió como se le nublaba la vista y que algunos recuerdos le pasaban en fragmentos fugaces e intermitentes.
Era el poblado iluminado por las llamas en la noche. Los aldeanos corrían desesperados para salvar sus vidas… una carcajada malvada… una risa tenebrosa que le resultaba terriblemente familiar… un gran destello azul, y un silbido penetrante fueron lo último que sintió en aquel pequeño trance. Pestañeó varias veces extrañado y se agarró la frente con disgusto, tenía un terrible dolor de cabeza.
-Bueno…- dijo tristemente,- Ya es hora de que descansen en paz.
Él sencillamente podría haberlos incinerado, siendo un método igual de digno, pero debido a que la muerte de estos había sido provocada por el fuego, creyó que sus almas preferirían unirse a la tierra. Tras un par de horas y gran esfuerzo, enterró al grupo de doce personas restantes. De nuevo se sentó contemplando el lejano horizonte, mientras descansaba y se preguntaba para sí : A dónde debía dirigirse, y por cuanto tiempo más permanecería en su situación
Desfallecido decidió tomar un poco de la poción que aún aferraba con fuerza. Notó con gran asombró que al primer sorbo comenzaba a sentirse mejor, hasta que quedó saciado por completo al consumir la mitad del líquido.
Una vez recuperado y dando un último adiós, clavó en el suelo la deteriorada herramienta que había utilizado en los enterramientos de la desolada villa y en silencio prosiguió su camino.
Cuando llegó al umbral de entrada de la aldea, donde aun se mantenía en pie un monolito con el nombre de Celácres, vio un gran animal, del tamaño de un caballo, con una espesa capa de pelo blanco como la nieve, y ataviado con riendas, sillín de montar y alforjas. El bello y extraño animal parecía un lobo gigante.
-¿Qué clase de animal será este?- exclamó sin poder contenerse por la curiosidad.
Se acercó con cuidado para no espantarlo, se desprendió de uno de sus guantes de cuero, y tendió la palma de la mano suavemente hacia a el animal, para que este lo reconociera como amigo. El gran lobo empezó a olerle pacíficamente, resoplando e inspirando profundamente y después lamió su mano cariñosamente, aceptando su compañía.
El joven acarició a la pacifica bestia, le tomó por las riendas, y a continuación preguntando en voz alta con la esperanza de obtener alguna respuesta exclamó:
-¡¿Hey?!,… ¿Hay alguien aquí?,… ¿Hola?
Más nadie le respondió, agachó tristemente la cabeza, y el animal comenzó a rozar sus mejillas contra sus manos.
- Eres un animal bastante peculiar, tu dueño no parece andar cerca y una terrible desgracia ha sucedido en este lugar. Lo mejor será que te vengas conmigo.-
El lobo blanco emitía unos rugidos cariñosos y en ese momento le señaló al viajero con su morro un pergamino que tenía atado en la pata derecha
-¿Qué es esto amigo?
El lobo coge delicadamente el papel con los dientes y se lo acerca al muchacho, quien abre como platos sus ojos de color azul pálido. Tomó la ofrenda decididamente, y desenrolló con cuidado el ajado pergamino hasta extenderlo, para poder leer lo que así decía:
-"Eres Kain, y este es tu Fenril, se llama Albo. Debajo de su silla de montar hay dinero suficiente para tu viaje y algunas pociones curativas. Además hay un mapa que te servirá para guiarte por este continente, en estos momentos te encontrarás en la desaparecida Aldea de Celacres.
-KAIN: ¿Kain, me llamo Kain?!- Exclamó poco convencido, ¿cómo era posible que esta carta estuviese dirigida para él?. El lobo ladró e hizo un gesto de asentimiento, y con un movimiento de cabeza le indicó que siguiese leyendo.
-“La lanza que lleva el Fenril en un costado también te pertenece, es una poderosa arma a la que llaman Gugnir. Por nada del mundo no te deshagas de ella. Nos veremos muy pronto, pero hasta que nos econtremos, ten cuidado con Red Shadow y con la niebla roja"
-KAIN: ¿Red Shadow?… ¿la niebla roja?- se preguntó intrigado.
Además la misteriosa carta no estaba firmada y presentía que no estaría seguro por mucho tiempo, dadas las advertencias. Trató de averiguar que podría significar el sello de cera roja, que había mantenido cerrado el mensaje, pero esa escritura le era totalmente desconocida.
-KAIN: Bueno Albo, amigo mío, serás mi compañero de viaje, me pregunto quién habrá sido la persona que te ha enviado?- dijo esto acariciando la frente al animal, mientras se arrodillaba y Kain montaba en él.
Con la mirada altiva y con nuevas esperanzas, pues posiblemente, alguien le esperaba con la intención de ayudarle, desplegó el mapa e intentó orientarse. En el mapa observó que la aldea estaba rodeada por montañas en el sur, considerando inútil avanzar por ese camino de momento. Por el oeste el mar bañaba las costas del territorio y en el mapa no podía apreciarse nada más allá.
Sólo quedaba decidir, si ir al norte o viajar hacia el este, donde en el mapa se marcaba la ciudad de Freezelen, pareciéndole a Kain un destino más cercano y seguro.
-KAIN: Creo que antes de que anochezca podríamos llegar a Freezelen, veamos como eres de rápido Albo.- Cuando dijo esto, un brillo de inteligencia iluminó los ojos del animal, como si entendiese cada palabra que se le decía, eso le hizo creer que se conocían desde hacía bastante tiempo, aunque él no recordase a este fiel amigo.
El terreno era llano, y el animal avanzaba veloz, aun así tuvieron que pararse en varias ocasiones, pues múltiples criaturas de agresividad injustificada atacaban a los viajeros. No sólo eso, Kain se sentía observado, a pesar de encontrarse en una vasta y desolada llanura, y por ello permaneció alerta, y preparado para reaccionar ante un inminente ataque.
Además llegó a caer en la cuenta de que aquellas criaturas tenían algo en común, unos ojos rojos como la sangre con una mirada maligna y de locura. Y todas luchaban hasta caer muertas. Así fue como descubrió Kain la poderosa habilidad que tenía al usar su nueva lanza.
Adentrándose en un hermoso pero angosto valle que iba ascendiendo en altitud, se hallaba la pequeña localidad de Freezelen, cuyas casas estaban encajadas en la propia roca, y a pesar de que el ambiente no era demasiado frío los tejados y el suelo estaban cuajados de nieve.
Empezaba a anochecer y varias antorchas, cuyas llamas temblaban por la brisa del valle iluminaban, el ambiente. Los habitantes de la ciudad observaban con recelo al extranjero.
Se topó con un pequeño comercio, y decidió abastecerse de provisiones. Ató las riendas de Albo en una anilla de los muros de la entrada y se dispuso a entrar. Una vez dentro dos personas que estaban comprando salieron apresuradas del edificio dejándole a solas con el tendero, un hombre fortachón y de cara colorada debido al ambiente montañés.
Kain observó los frasquitos que se hallaban en la vitrina, cada uno tenía un cartelillo con el precio. La tienda sólo tenía pociones. Decidió comprar una docena, recordando su valiosa utilidad, el tendero escuchó su elección y con una mirada perdida, evitando mirarle a la cara sólo se limitó, a tender la mano para recibir las monedas sin mediar palabra alguna, Kain le entregó el dinero, y el hombre empaquetó su compra en un pequeño fardo de esparto.
Al salir de la tienda se dirige a Albo y guarda las compras en las alforjas. Continuaron explorando, pasando delante de un mercadillo al aire libre, con un puesto de carne seca, otro de hortalizas y otro de utensilios de cocina, las vendedoras taparon los puestos, y se refugiaron en sus casas discretamente.
Pasando por una callejuela una luz calida y un fuerte olor alcohol y a carne asada, les condujeron hacia una taberna.
-KAIN: Espero que al menos alguien en esta taberna me pueda ayudar en algo. – Se disponía a atar las riendas de Albo nuevamente cuando de repente un chorro de gas rojizo salió de una pequeña grieta del suelo, asustando al animal que salió corriendo despavorido haciendo perder el equilibrio a Kain que cayendo de espaldas, amortiguó la caída con sus manos clavándose un trozo de botella rota en una de ellas. Y una vez en pie …
-KAIN: Uff- dijo con una mueca de dolor- ¡Como escuece esto!, ¡Lo que me faltaba!- Dolorido sacó el trozo de cristal con cuidado y retiró el guante. No era un corte muy profundo pero aun así le dolía una barbaridad, y no sólo eso, empezó a captar un olor nauseabundo.
-KAIN: Y para colmo de nuevo aquella peste del lugar dónde me desperté – dijo conteniendo las nauseas y apoyándose en la pared.
Pero ahora el corte de la mano empezó a palpitarle y a dolerle de forma desmesurada.
-KAIN: ¡¿ Cómo me duele tanto!? ARGHHHHHHHH-Intento aliviar su sufrimiento con el frescor de la nieve, pero era inútil, el dolor cada vez era más intenso-¡Siento como si me ardiese la mano!- Y en ese momento notó como perdía el control de su cuerpo, comenzaron a darle convulsiones y retorciéndose de dolor, intentaba gritar desesperadamente, pero tan sólo un pequeño hilo de voz salía de su garganta. La gente que le estaba observando desde las ventanas, salieron de sus casas y le miraban en corro asombrados, Kain fue perdiendo la vista siendo su última visión las atónitas caras de varios aldeanos, hasta que todo se volvió negro.
Con la luz de un nuevo día Kain despierta. Se percató de que ya ha amanecido, y de que estaba de nuevo cubierto de sangre. De Freezelen no quedaba nada más que ruinas y casas ardiendo.
Aterrorizado se puso en pie e intentó buscar a la gente.
-KAIN: ¿Hay alguien? ¿Qué ha pasado aquí?!
Entró en las pocas casas que seguían en pie, en busca de alguien que necesitase de su ayuda, pero, ya no quedaba nadie con vida en la zona.
Al olor de la carne quemada, varias bestias extrañas con forma de roedores gigantes, acudieron al lugar del desastre y fueron directamente hacía él, que se defendía como bien podía.
A los pocos minutos ya no se le acercaron más de las criaturas y fue en busca de su amigo, se temía lo peor, ¿habría sido víctima también de aquella masacre?
Sus sospechas fueron afortunadamente descartadas, pues Albo estaba tranquilamente alimentándose de la carne seca del mercadillo, ignorando los cadáveres de los aldeanos a pesar de su naturaleza carnívora, pero sin poderlo evitar saciando su hambre con lo poco que quedaba allí, aunque no fuese exactamente de su agrado.
-KAIN: Algo terrible ha debido de pasar, ¡Y tu tan tranquilo comiendo!- El chico intenta apartarle del puesto de carne por las riendas, pero Albo le ruge, y se niega a abandonar su comida.
-KAIN: Está bien, está bien, esperaré a que termines. Creo que a mí también me vendría bien comer algo.
Rebuscando en el puesto consiguió encontrar una carne de aspecto extraño y no reconocible, cogió uno de los trozos y mientras lo observaba su compañero se le adelantó devorando los restos en un santiamén.
-KAIN: Vaya, amigo, si que tienes hambre…
Al acabar con toda la carne Albo se tumba tranquilamente mientras que Kain sigue buscando alimentos, por suerte quedaban las verduras, ya que Albo pasaba de ellas. Todo lo que quedaba era un puñado de setas y una rama de apio. Con estos miserables ingredientes, cogió uno de las ollas del último puesto y la llenó de agua de la fuente de la plaza. Aprovechando las tablas de los puestos hizo una pequeña hoguera, tomando una llama de las vigas de madera que aun se mantenían ardientes.
El resultado fue un guiso de un color marrón nada atractivo y poco sabroso pero al menos sació el hambre.
Una vez recuperadas las fuerzas busco una herramienta y un lugar adecuado para enterrar a los ciudadanos. En esta ocasión encontró una pala y enterró los carbonizados restos de las personas que pudo encontrar, entre ellos el tendero que le había venido las pociones, aun así él recordaba que había más aldeanos, quizás hubo supervivientes y habían conseguido huir.
Esta actividad ya le estaba empezando a resultar demasiado dolorosa y familiar, al terminar la tarea se aseó un poco en la fuente, se acercó a Albo que parecía estar descansado y saciado, le acarició detrás de las orejas y montó en él.
-KAIN: Venga chico, vayámonos de aquí, tengo la corazonada de que ese tal Red Shadow, podría ser responsable de esto. Además hemos de encontrar a la persona que te envió. –Ya en las afueras del pueblo se detuvo unos momentos para observar el pueblo en ruinas y humeante al fondo.
Sacó su mapa y decidió continuar por el puerto de montaña para poder salir de allí y avanzar hasta la siguiente ciudad marcada en el mapa. Durante el viaje iba pensativo y confundido.
-KAIN: ¿Por qué me pasarán a mí estás cosas tan raras?- decía mientras acariciaba a su compañero en la cabeza,- ¿Acaso soy víctima de algún mal destino?, Es como si el mal me persiguiese…-dijo cerrando los ojos tristemente y suspirando- donde quiera que voy…, Ya van dos poblaciones arrasadas desde luego que esto no es normal –dice todavía más entristecido- ¿Y esa sangre...? ¿Porqué siempre me despierto cubierto de sangre...sin estar herido?-El camino se ponía cada vez más empinado y rocoso, bajó de albo y decidió continuar a pie, para facilitar la ascensión a su amigo de cuatro patas.
Llegaron a la parte más alta del puerto y desde allí pudo contemplar el nuevo paisaje, estaba apunto de cambiar de un terreno llano y poco fértil, a un hermoso paraje verde y extremadamente frondoso, un tupido bosque se veía a lo lejos, el bosque de Tanne, no pudo evitar sonreír levemente, al ver como el hermoso castillo de la inmensa ciudad de Lusitaurus, brillaba como un faro con los rayos del sol, haciéndole visible en la gran distancia.
Durante el descenso siguió rebuscando en su memoria.
-KAIN: La verdad es que, no lo entiendo, el motivo de que no puedo recordar nada.... la otra vez cuando me desperté en aquella pequeña aldea yo solo e ileso… me pregunto si habré estado inmerso en alguna batalla?- se preguntaba mientras sujetaba su barbilla con su mano
- KAIN: La verdad es que no me veo como un guerrero, me siento perdido en esta situación. Pero ¿y si hubiera sido así?, tal vez a efecto de un mal golpe haya perdido el sentido y con ello ¡mis recuerdos!-la situación le parecía ahora más grave que antes,¿ habría dejado alguna familia sin noticias suyas?, ¿dependía alguien de él? Pero aun seguía confuso, los acontecimientos no le cuadraban.
-KAIN:... Pero ¿y la última vez? Yo me desmayé y no recuerdo haber luchado contra nadie...
Podría haber sido ese tal Red Shadow, porque si no, no me explico quien demonios ha podido ser, y puesto que ya bien se me anuncia en la carta que tuviera cuidado con él, podría caber la posibilidad pero...
-¿Por qué razón habrá omitido su identidad el autor del pergamino, por qué no viene aquí y me ayuda a resolver este enigma? ¿Por qué tanto misterio? – Demasiadas preguntas sin respuesta le atormentaban.
La niebla según iban descendiendo se hacía cada vez más espesa, montó de nuevo en Albo y apresuraron su marcha.
A la altura de un pequeña ermita, con un toro como ídolo representado, es cuando de repente le parece oír los llantos de un niño. Siguiendo el sonido Kain y su fiel compañero se aproximan hasta que ven al pequeño, que vagaba sin rumbo llorando desconsolado y tiritando.
Kain desmonta de albo y se acerca hasta el niño.-
-KAIN: ¿Qué te ha ocurrido muchacho?- le dice en un tono amable, pero el niño Freezelino se queda boquiabierto y con un grito de terror sale corriendo hasta perderse en la lejanía y la opacidad de la niebla. Kain desconcertado se queda unos instantes paralizado y pensado, mirando en la dirección por la cual marchó el niño. Se vuelve a montar en Albo y mientras le acaricia las orejas se pregunta…
-KAIN: ¿Por qué habrá huido de mí?- Intentaba consolarse a si mismo diciéndose para sí que posiblemente no tendría importancia, pero ya no estaba convencido de nada.
De nuevo ojeó el mapa, pronto llegarían al río Freezel, caminando hacia el suroeste darían con un puente. Al llegar pudieron comprobar las verdaderas dimensiones del ancho río, de unos cincuenta metros, pero más grande fue su sorpresa cuando pudieron encontrarse con un viajero que se apoyaba sobre uno de los pilares del puente como si llevara largo tiempo esperándole.
-VIAJERO: Buenos días- dice quitándose elegantemente el sombrero.
Kain se quedó observando al curioso personaje, de estatura menor que la suya, con el cabello negro cubriéndole la mitad izquierda del rostro y con un sombrero de ala de color negro adornado con una pluma roja. La indumentaria era de color rojo oscuro, e iba calzado con unas grandes botas de cuero negras, además no llevaba equipaje alguno y algo que le llamó más aun la atención es que llevaba un colgante con una extraña gema morada.
El único ojo que se le veía era de un color turquesa, las facciones parecían bastante finas y la constitución del viajero era muy delgada, parecía ser un individuo joven, de unos veinte-pocos años
-KAIN: Buenos días- dijo agradeciendo el encuentro con alguien dispuesto a hablar.
-VIAJERO: ¿Se encuentra usted bien? La verdad es que no tiene muy buen aspecto...
-KAIN: Ciertamente, estoy algo perdido, y no sé a donde ir, llevo varios días viajando sin un rumbo en concreto.
El viajero saca una manta que tiene de bajo del abrigo, la tiende en el suelo del puente y se sienta.
-VIAJERO: Siéntese por favor,-dijo dando unos pequeños golpecitos en el suelo- le invitaré a comer algo. Y a su animal también, ¡deben de estar hambrientos!- Y mirando con simpatía al animal, saca de su abrigo un trozo de carne, y retirando previamente su envoltorio se lo lanza a Albo frente a sus patas delanteras. El animal feliz por una ofrenda de carne fresca comienza a devorarlo apaciblemente- ¡Es una criatura verdaderamente espléndida! ¿Cómo lo domesticó? Qué curioso, nunca había visto ningún ejemplar de color blanco.- Aquel personaje no paraba de hacer preguntas, y ciertamente esto comenzó a incomodar un poco a Kain.
-KAIN: Bueno me lo regalaron.... -dice mirando al animal que se había sentado feliz devorando el trozo de carne, pero no sólo eso al sentarse él se percata de que la manta está llena de cosas y el viajero le ofrece un vaso de vino.
-VIAJERO: Es de mi pueblo natal. ¡Una de las mejores cosechas!
Kain queda desconcertado, y pensando para si.-KAIN: ¿De donde habrá sacado éste la botella de vino, y toda esa comida que hay puesta sobre la manta? No parecía llevar equipaje… cada vez me pasan cosas más raras…
-VIAJERO: Bueno, me voy a presentar, mi nombre es Xirien, ¿ y el vuestro?
-KAIN:.... Kain.- Bueno, no creo que este sea el autor del pergamino, pero ¿y si fuese un enviado por él, o quizás un enemigo? Lo mejor será estar alerta, aunque de momento Albo parece tranquilo.
-XIRIEN: Hmm, peculiar nombre, por lo que veo vos no sos de esta región ... Yo tampoco. Vos afirmasteis estar perdido, pero a mi parecer, además de estar desorientado topográficamente hablando, le veo totalmente extraviado en el ámbito espiritual..... Bien le vendría solicitar consejo del GRAN SABIO, le recomiendo visitarle.- Decía con enfáticos movimientos de sus manos.
-KAIN: ¿GRAN… SABIO?- dijo intrigado, y mientras pensaba con satisfacción- Hmmm… que te apuestas Kain de que ese sabio tiene que ver con la misteriosa carta que Albo te entregó.
-XIRIEN: ¡Oh sí! Él lo sabe todo según dicen. Venga beba, beba, le vendrá bien tomar este vino.-Exclamaba mientras le llenaba otra copa y le acercaba un plato de embutidos.
-KAIN: ¿Y dónde puedo encontrarle?-dice muy interesado mientras bebía el sabroso vino.
-XIRIEN: Es usted afortunado, sabe? Es una suerte que la hermosa ciudad de Lusitaurus se encuentre tan cerca de aquí, sólo tiene que cruzar este puente y al otro lado tras un pequeño bosque se alzan las grandes murallas de esa ocasión le pasó a Kain un cuenco con encurtidos.
-KAIN: ¿Vienes de allí? ¿Adónde te diriges?- dijo mientras cogía los sabrosos bocados.
-XIRIEN: Sólo estuve de paso. Me dirijo a la ciudad de Freezelen, me encanta conocer gente nueva, exóticas ciudades y ancianas culturas.- Kain siente un escalofrío y el ambiente comienza a cargarse de niebla.
-KAIN: Pero yo vengo del otro lado del puente y...-Kain es interrumpido por Xirien
-XIRIEN: En Lusitaurus habita el sabio llamado Mórgenes, conocido por sus conocimientos en magia y adivinación. Yo no creo en que mi destino esté impuesto, de modo que no he necesitado de su sabiduría.....nunca fui a verle.- dijo de manera acelerada
-KAIN: Ah… gracias pero de donde yo vengo...
-XIRIEN: Mucho gustó en conocerte,-dice levantándose- espero que Mórgenes te sea de gran ayuda. Puedes quedarte con lo que ha sobrado, te hará más falta que a mí, - y mientras se agarraba el colgante añadió - Pero tenga mucho cuidado cuando cruce el bosque de abetos de Tanne, hay varios monstruos por allí. Con lo que ha sobrado del vino te vendrá bien también para desinfectarte las heridas, en ese ambiente húmedo es fácil infectarse.
Por el día no es tan peligroso y es más fácil cruzarlo pero por la noche aparecen nuevos caminos y te puedes perder para siempre...- La niebla es cada vez más espesa y cerrada.
-KAIN: ¡ Por favor escúcheme, vengo de dos ciudades del otro lado del puente y ambas están destruidas, y más allá solo hay unas altas montañas imposibles de cruzar!
-XIRIEN: Lo sé.-dijo serenamente y emprendió su marcha.
-KAIN ¡!...¿Eh?,-dijo confundido y tras volver en sí- ¡Espere no se vaya por favor! –dice mientras se levanta de la manta
Y Xirien sin darse siquiera la vuelta le dijo:
-XIRIEN: Usted siga hacia Lusitaurus es su destino...
La niebla hace que Xirien desaparezca por completo, Kain todavía más confuso se paró a pensar.
-KAIN: ¿Mi destino? ¿No decía que él no creía en el destino?- En ese momento observó más detenidamente los objetos dejados en el suelo, la manta negra estaba humildemente remendada, y los platitos están muy viejos pero conservados.
-KAIN: Una vieja manta negra remendada y un par de platos viejos pero bien conservados y la botella del vino extraño...
Kain salé de su ensimismamiento y se da cuenta de que se le olvidó preguntar si se había cruzado con el niño de Freezelen, además se temió lo peor, observando el tenebroso bosque, ¿habría el niño decidido adentrarse en la espesura? No había más caminos posibles, o al menos el mapa no los indicaba, recogió los objetos que Xirien le había dejado, no sabía si pensar si se los había dejado por caridad o para deshacerse de ellos, guardo estos objetos en las alforjas y montó de nuevo en Albo.
-KAIN: Albo será mejor que nos vayamos de aquí a ver si por fin encontremos a ese tal Mórgenes. Tengo la esperanza de que él me ayude.
Ambos emprendieron su camino cruzando el viejo puente sin problemas y con cierto alivio al comprobar que la niebla era menos densa en ese trecho del camino, hasta que llegaron al bosque de Tanne, un bosque donde la especie predominante eran los abetos, unos ejemplares majestuosos, y enormes de varios centenares de años, se erguían como si intentasen alcanzar el cielo.
El olor a madera húmeda y a la dulce sabia de estos árboles, hacía que a Kain le invadiese un sentimiento de bienestar y de felicidad, como si fuesen recuerdos de su hogar, o de una lejana infancia.
Pero a medida que se adentraba en el bosque, las cosas ya no eran tan maravillosas, debido a su frondosidad la luz del sol apenas llegaba al suelo, que estaba desnudo de cualquier vegetación menor y cubierto de las agujas secas caídas de los árboles.
Hacía un calor húmedo y sofocante, y lo peor, era difícil orientarse en un lugar donde no había puntos de referencia y donde la mayoría de las bifurcaciones estaban completamente llenas de niebla, teniendo que optar Kain a pasar por las que estaban libres de ella, pues Albo se negaba a pasar por éstas, salvo por las que al menos se pudiese ver.
Cada vez el camino se hacía menos agradable, empezaron a escuchar sonidos extraños como murmullos, y se sentían observados, Kain notó como su amigo temblaba a menudo y trataba de tranquilizarlo susurrándole al oído:
-KAIN: Tranquilo Albo, estoy aquí contigo
La travesía se les hacía eterna y tenía la impresión de que habían estado dando vueltas en círculos. No podía asegurarlo pues no veían rastro de sus huellas, y confiaba en que Albo podría encontrar la salida, pero dada la comprometida situación no podría exigirle a su amigo que estuviese en las mejores condiciones y que no cometiese errores.
Por fin llegaron a un sitio claramente nuevo, era un claro en el bosque y en él se hallaba un manantial natural, Ambos se refrescaron y saciaron su sed, pero no encontraron nada de comer allí.
Tras haber descansado continuaron su camino, confiando en su buen amigo, pues no veía como poder salir de allí sin el, no podía ver el sol, ni las estrellas, ya ni siquiera sabía si era de noche o de día, además el tronco de los árboles esta completamente cubierto de líquenes, dificultando así la tarea de la elección del norte, no podía explicarse como aquel viajero había conseguido atravesarlo, ni porque lo había dejado solo a su suerte.
En ese momento escuchó un extraño silbido y el ambiente bajó de temperatura drásticamente.
Albo se puso a gruñir y se puso a la defensiva, de repente una especie de criatura negra como una sombra derriba a Kain de su montura, cayendo rodando por el suelo.
Su fiel amigo intentó detener aquella criatura, pero al acercarse a esta se disipaba como la niebla y cambiaba de ubicación recomponiéndose emitiendo un ruido espeluznante y se ocultó entre la espesura.
Kain se reincorporó algo aturdido, ayudado por Albo, que le indicaba con su cabeza que cogiese la lanza. La cogió con decisión y ya en pie buscaba al agresor, no iba a permitir que le atacase otra vez por sorpresa.
El bosque se hallaba en completo silencio, Kain se concentró e intento escuchar por donde aparecería la criatura, y justo en ese momento la sintió y la esquivo a tiempo. La extraña sombra intentó abalanzarse sobre él pero en esta ocasión Kain acertó de lleno con su lanza atravesándola.
Ambos inmóviles se quedaron quietos mirándose el uno al otro, la sombra empezó a hacerse menos espesa y se marchó sumergiéndose en el suelo emitiendo un sonido estridente.
-KAIN: Creo que ya no nos molestará más, no sabía que hubiese criaturas de este tipo, parecía ser de otro mundo, o quizás de los infiernos, ¿verdad Albo? –Albo ladró y movió la cola alegremente, acercándose a su amo.
-KAIN: Sigamos caminando compañero, seguro que tu estarás también hambriento y con ganas de descansar.
Kain y Albo continuaron su camino, la niebla estaba desapareciendo rápidamente y el camino se hizo menos pesado, el aire comenzaba a sentirse más puro y empezaron a escuchar el canto de los pájaros a lo lejos. A los pocos metros el bosque era menos cerrado y la luz inundaba el entorno, parecía la luz de una hermosa mañana.
Y por fin salieron del espeso bosque de Tanne encontrándose en la vasta llanura de Lusitaurus, la ciudad estaba prácticamente a una hora de camino, los corazones de los aventureros se alegraron enormemente y prosiguieron su marcha a ese nuevo destino.
Fin de la etapa 0. día 20 de Junio de 3999 de la era de de la luz
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